La tipografía es el arte de componer con tipos movibles fundidos o grabados en relieve. Ya en la antigua Roma, en la Columna de Trajano, se encontraban indicios de una tipografía muy similar a la nuestra de la actualidad. Como toda tecnología de la historia, la tipografía ha ido evolucionando y cambiando hasta nuestros días. Siendo así que nos encontramos la siguiente clasificación.
En primer lugar encontramos la letra "romana antigua", que se caracteriza por la desigualdad de espesor en sus astas y la forma cóncava de la gracia. Ésta evolucionó hacia la "romana moderna", que tiene como caracterización la rectitud de su gracia. La tipografía de "palo seco" se conoce por la uniformidad de sus astas y la ausencia de gracia. Por su parte, la letra "egipcia" se compone de astas uniformes y gracia recta. Por último, podemos encontrar la tipografía de "fantasía", muy aceptada actualmente por su similitud e interpretación de la escritura manuscrita clásica.
Una vez conocidas las principales familias tipográficas, podemos realizar una pequeña incursión en las variantes tipográficas, es decir, las nomenclaturas que se adjudican a las letras según diferentes parámetros, como por ejemplo según el peso o la anchura. Esto es, por su figura, conocemos las letras como redondas (las normales, las más usuales), las cursivas (levemente inclinadas hacia la derecha), las negritas (se componen de un trazo más grueso de lo normal), las versales (las letras mayúsculas), las versalitas (son versales en tamaño de letra minúscula) y las minúsculas. Por otro lado, por su peso podemos encontrar la división en finas (trazos muy delgados), medias (trazos normales), anchas (trazos más grandes de lo normal), extendidas (con más separación entre letras de lo habitual) y condensadas (menor separación entre letras). Por último, pero no menos importante por ello, podemos contemplar las letras capitulares, que es aquella letra inicial de un texto que se pone de mayor tamaño que el resto y que, por lo general, suele ir acompañada de adornos.
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